Literatura

50 SOMBRAS DEL REY (libro 2º)

SOMBRAS CHINESCAS

 

Lo hizo, es decir, lo llamó, aunque antes se tuvo que poner entre pecho y espalda un par de “sol y sombra” y escuchar los consejos de su amiga Catalina a quien, rendida ante la evidencia y reconociendo que, en el fondo, le tenía cierta envidia (o mucha), le salió el instinto maternal que llevaba dentro y se propuso hacer de hada madrina tradicionalista y de las JONS.

Y así empezó con su decálogo cuyo punto fuerte era algo así como que el hombre, igual que el cliente, siempre tiene la razón, o hay que dársela. Que nada le gusta más a un hombre que se le muestre admiración y se le haga creer que él es el más fuerte, el imprescindible. Además, ganará muchos puntos si se muestra buena y sumisa (algo en lo que Tatiana ya estaba bastante adelantada). Total, que daba la impresión de que Catalina no había superado el cuento de Cenicienta.

Y no sigo porque todo esto está en cualquier manual de la Sección Femenina de esos años de “la fiel infantería” y, más recientemente en el “best seller” Cásate y sé sumisa, y además, porque algo se me revuelve por dentro.

Tatiana se puso sus mejores galas, se depiló todita, se peinó y se maquilló. Eso sí, aunque su amiga le aseguró que estaba espectacular, ella no terminaba de creérselo, así que, para “animarse”, se tomó otro sol y sombra.

El claxon del BMW la devolvió a su un tanto perjudicada realidad. Esta vez Richard venía conduciéndolo. Se bajó del coche y ella, nada más verlo, se ruborizó.

«¡Madre mía!»

No hablaron en todo el trayecto. Ella lo agradeció, porque se había puesto una pastilla de menta en la boca. De vez en cuando, la mano de Richard se deslizaba suavemente por el muslo de Taiana, con el consiguiente azoramiento de ella. Y es que ¡ella no quería! (¿o sí?)

Cuando entraron en el jardín, Tatiana se dio cuenta de que, entre dos tamarindos habían desplegado una gran pantalla, y miró a Richard interrogante.

-Mis sombras han preparado un espectáculo especial para ti, pero tendremos que esperar a que caiga la noche.

«¡Oh, ha dicho “esperar a que caiga la noche”!. Encima es todo un poeta.», pensó mientras se ruborizaba.

-Estas muy guapa y deseable, Tatiana. Me gustaría hacerte un regalo. Pensarás que es un tanto extraño, pero te diré que las tachuelas son de oro blanco.

Y mientras decía esto le colocaba al cuello una gargantilla (o dogal), como esas que llevan los punkis y que a ella le pareció fabulosa, o eso dijo mientras volvía a ruborizarse.

-¡Oh, gracias, Richard! Pero no tenías que haberte molestado.

-No, Tatiana- la interrumpió con varonil voz- Solo quiero que sepas que esto es parte de mis preferencias. Me gustaría que tú participaras en mis juegos, aunque te duelan un poco, que fueras la reina de mi BDSM.

Y le alcanzó una copa con una bebida dulce y espirituosa.

Ella que ya con los tres sol y sombra previos se había quedado un tanto ida, con aquella copa digamos que tuvo una especie de visión de futuro.

BDSM, BDSM, repetía, y su inocente y atolondrada cabecita empezó a descifrar el supuesto acróstico. Claro que mejor hubiera sido consultar con el propio Richard o con la Wikipedia, pero ya se sabe los estragos neurológicos provocados por el amor.

(Continuará…)