Si hubieras estado aquí, de Cecilia Domínguez Luis (Ediciones Aguere—Idea, Santa Cruz de Tenerife, 2013)
SINESIO DOMÍNGUEZ SURIA
Voy a referirme a esta novela, Si hubieras estado aquí, de Cecilia Domínguez Luis, desde su construcción y desde algunos puntos de vista muy interesantes: como novela de personajes, como técnica narrativa y como novela social y urbana; y, también, desde su estructura y su lenguaje.
La autora nos presenta a cinco personajes protagonistas y a algunos otros secundarios, la mayoría de ellos in absentia. Me atrevería a decir que no solo los secundarios están en ausencia sino que muchos de los personajes protagonistas están, también, en ausencia como intentaré explicar más tarde. Cecilia Domínguez Luis, con su maestría habitual, juega con esos personajes, los mueve, algunos se le rebelan y se manifiestan por sí solos, y genera una historia, un argumento moderno y creíble. La novela comienza con el regreso a la ciudad y a la casa materna, después de más de veinte años, de Marta, que se había marchado por una problemática contrariedad familiar que a ella, y a los demás —familiares y amigos—, les pareció y les parece muy grave y que es el leit motiv de la novela. Hay que hacer notar que lo que ocurrió hace veintidós años tenía —y tiene— una entidad social, ética, moral, etc., muy importante, sobre todo en una sociedad ciudadana de pequeña entidad. Eso es fundamental para el entendimiento de la novela.
Marta es una mujer joven, muy atractiva, con un carácter intransigente, que gusta de la aventura y de su independencia y que cautiva, al menos cautivaba, a los jóvenes que merodeaban por la cafetería del aulario de las facultades. Marta es filóloga y profesora de español.
María, su hermana de madre, igualmente joven, con una belleza serena, es una mujer tranquila y ordenada, que tiene un miedo terrible a las tormentas. Es abogada, trabajó primero en la empresa familiar y luego se independizó. Marta y María son tan iguales físicamente que uno puede confundirse si las ve por separado. Son modernas y, con palabras de hoy, pijitas. María es la mayor, fruto del primer matrimonio de su madre y Marta lo es de las segundas nupcias de su madre al quedarse viuda. La justificación de esta boda, que da la madre a sus hijas cuando son mayores, es que su segundo marido le hacía recordar al primero. El padre de Marta prefiere a la que no es su hija carnal, a María, porque le parece nada agresiva, más vulnerable. Eso, evidentemente, causa en Marta celos que no son ni mucho menos enfermizos pero que la molestan y son la base de la animadversión que siente por María. En alguna ocasión, en medio de la historia, Marta recuerda que su padre regalaba a María cuentos infantiles y a ella un insignificante paquete de caramelos.
Hago un inciso porque tengo que confesar que cuando caí en el título, Si hubieras estado aquí, y en los nombres de las dos hermanas —Marta y María—, llegué a pensar, por esa manía impaciente de adelantarme a los acontecimientos, que la novela tenía alguna connotación evangélica. Las dos hermanas de Lázaro, el que es resucitado por Jesús, a quien le dice una de ellas “Si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto”. Pero tengo que añadir que estaba absolutamente equivocado y que la novela no tiene nada que ver con este episodio evangélico, que es “una mera coincidencia”. Si hubieras estado aquí lo dice dos veces María a su marido, que no estaba presente cuando sucedió el acontecimiento familiar antedicho que hizo que Marta se marchara de la ciudad.
No estoy contando la novela, por supuesto. Lo que he dicho hasta ahora no descubre ni desvela nada. Volviendo a los personajes, Manuel es el marido de María, su apoyo incondicional, quien la comprende y la tranquiliza en las noches de tormenta y en las situaciones complicadas que, dado el carácter de María, la acometen. Es abogado como ella. Es un hombre bueno, comprensivo y apaciguador. Luego, está Carlos, un periodista que, por encargo del jefe del periódico donde trabaja, tiene que hacer una entrevista a un empresario adinerado y famoso. Este Carlos, acuciado por su jefe, parece no poder acabar nunca su trabajo. Es un cronista de los ecos sociales que quiere conocer y difundir los entresijos de sus entrevistados. Y, por último, Tono, que es amigo de las dos hermanas, aunque más de Marta que de María. A mí me parece que Tono atempera el relato, que, por propia decisión, nivela las consecuencias de las acciones de las dos protagonistas. A mí me lo parece y esta es una de las cosas buenas de Cecilia Domínguez Luis: el lector, libremente, se involucra e interviene como juez sobre la actuación de cada personaje.
Estos personajes realizan las acciones e interacciones de la novela alrededor del leit motiv que, como es obvio, no voy a desvelar. Lo que sucedió está referido por cada uno de ellos desde su punto de vista y, por tanto, las consecuencias que cada uno de ellos saca de ese suceso son diferentes y opinables. Esa técnica de contar la misma historia desde ángulos distintos me recordó a La mujer justa de Sandor Marai, que narra la separación conyugal de una pareja desde las distintas perspectivas de sus personajes. Esa técnica hace que el relato se enriquezca, que nadie esté en posesión de la verdad y que la verdad pueda ser la suma de los diferentes puntos de vista. Todos los personajes excepto Manuel, el marido de María, que no estaba en el momento del suceso, fueron testigos del mismo.
La acción de la novela comienza en octubre de 2011, cuando regresa Marta a la ciudad y a la casa de sus padres, ya fallecidos, y termina en diciembre de 2011, cuando se desvelan los motivos que tuvo para marcharse. En muchos aspectos, la técnica narrativa que la autora usa es la de la novela de intriga, no la de la novela negra, que no lo es en absoluto, sino la de la novela de intriga que va dando pautas y pistas de cuál debió ser el motivo que tuvo Marta para huir de su hogar. Con esa técnica, cada personaje va completando el argumento, enhebrándolo y componiéndolo. La novela es muy viva y la autora tiene la habilidad de meter al lector en el relato de manera progresiva. En dos meses, de octubre a diciembre de 2011, se cuentan encuentros y desencuentros, encantos y desencantos, intenciones, referencias y recuerdos, y la trama se va construyendo sola.
Desde el punto de vista narrativo, la novela tiene sus peculiaridades, que no son innovaciones en sentido estricto, pero que Cecilia Domínguez ha introducido con valentía y decisión, como son algunos soportes discursivos. Para relatar su visión del argumento, Marta utiliza el blog, lo que da una nota de modernidad a la novela y, así, sus amigos y otros seguidores anónimos, usuarios habituales de su blog, se enteran de las circunstancias del suceso y sus efectos, y participan con ella, le preguntan y le contestan, lo que permite a Marta iniciar los capítulos de la novela con respuestas a esas preguntas, con lo que Cecilia Domínguez aporta verosimilitud al uso de este recurso tecnológico que es el blog. María, la hermana mayor, utiliza el soporte del diario tan apropiado para la técnica narrativa de la intimidad, de la introspección que refiere situaciones personales y que sigue la tradición literaria de El diario de Ana Frank, o El Diario de Bridget Jones, de Helen Fielding (que luego fue película), o El Diario secreto de Ana Bolena, de Robin Maxwell y tantos otros. Como se ve, María es lo contrario de Marta, al menos, distinta en la manifestación de los sentimientos. Carlos, el periodista, usa como soporte narrativo el Cuaderno de notas, tan propio de los de su profesión, unas notas que pueden ir desde lo escueto a lo detallado, de lo nítido a lo oscuro, tal y como es su personaje. Manuel, el marido de María, utiliza el método de la carta, la misiva que escribe a Marta, su cuñada, aunque esta no le contesta. El resto de su relato lo hace de viva voz. Y Tono se expresa, igualmente, de viva voz o mediante los comentarios que introduce en el blog de Marta.
Antes apunté que me atrevería a decir que, excepto dos de los personajes, que son Manuel y Tono, que hablan de por sí, Marta, María y Carlos están en ausencia, se expresan a través de los soportes discursivos que he señalado: el blog, el diario y el cuaderno de notas. Son ellos, están en la novela pero no hablan, no actúan sino escriben. Estos soportes discursivos dan mucho juego en la novela. Todos los personajes, por otra parte, se expresan en modo homodiegético, en primera persona con lo que la autora confirma el aspecto intimista al relato. No tiene el mismo carácter de verosimilitud algo que tú relatas que lo que otro relata por ti.
Existen los otros personajes, los secundarios. Todos están, como he dicho, en ausencia, son contados por los personajes principales: El padre de Marta, la madre, Javier, un novio que tuvo Marta en su época de estudiante, Carola, una amiga de Carlos, Lucía que comunica a todos la llegada de Marta, Gato, un personaje anónimo que contesta al blog de Marta.
Si hubieras estado aquí es, también, una novela social y urbana, que narra acontecimientos sociales realizados por ciudadanos que viven en sociedad y, en este caso, en una comunidad vivencial que es la ciudad. Cecilia Domínguez Luis, pienso que a propósito, ejerce una deslocalización geográfica. La novela traza una geografía de personajes y sentimientos y por eso deja en segundo plano la geografía física del lugar; es un hecho que pudo haber sucedido en cualquier parte. Pero el lugar es isla, sin duda. Ese escenario muy bien puede ser la ciudad de Santa Cruz. No hay nada que lo indique pero si hay mucho que define un entorno urbano conocido. Relata las noches de juventud en una ciudad con mar y con puerto, con bares, con un barco-bar anclado en el muelle que bien puede ser un hipotético correíllo convertido en terraza de verano. Este es un escenario importante en la novela porque en él se desarrolla parte de la trama, interviene en ella. Hay un detalle en el que me apoyo para señalar que Si hubieras estado aquí es una novela de Santa Cruz: en p. 113 escribe María en su diario: “Hace frío en la ciudad de Aguere y ha estado lloviznando. Regreso en el mismo tranvía”. Aguere y el tranvía, más claro imposible.
Estructuralmente, compositivamente si se quiere, la narración se construye a partir de 41 apartados o capítulos cortos: las intervenciones de Marta, a través de su blog, son 9 (4 en octubre 2011, 3 en noviembre, y 2 en diciembre); las de María, a través de su diario, son 10 (5 en octubre, 3 en noviembre y 2 en diciembre); las de Carlos, el periodista, a través de su Cuaderno de Notas, son 7 (5 en octubre, 1 en noviembre y 1 en diciembre). Manuel interviene 7 veces (4 en octubre, 2 en noviembre y 1 en diciembre) y Tono 8 (4 en octubre, 2 en noviembre y 2 en diciembre). En esos apartados, los personajes van dando sus puntadas atrás, que son las más, y adelante, y van componiendo la historia argumental de la novela.
El lenguaje es claro y ordenado como debe corresponder a personajes que han pasado por la Universidad. Es un lenguaje moderno. Cecilia Domínguez, que es una magnífica narradora, usa en todo momento la palabra adecuada y exacta. Incluso hay partes en las que los personajes se expresan de manera coloquial como cuando Carlos dice que, para dormir, se pone en su televisor una película muermo, que es algo que muchos hacemos.
Para concluir, tengo que decir que la mayor parte de la obra de Cecilia Domínguez Luis ha sido poética. Y lo seguirá siendo. En alguna otra ocasión, la he definido como “una voz potente de la poesía”. Tampoco sé, a estas alturas, si la he definido yo o he tomado estas palabras de otros. Lo cierto es que es una voz potente de la poesía general, no solo de la poesía canaria. Esto de lo canario es una limitación que nosotros mismos nos hemos impuesto y que ya debemos soslayar. Claro está que Cecilia Domínguez es canaria, nacida en La Orotava como sabemos todos y también sabemos que vive y escribe en Canarias, pero este es un sello que debemos pasarlo ya por alto. Es una voz potente de la poesía, de toda la poesía, se escriba donde se escriba, se cante donde se cante. Desde hace unos años ha emprendido, también, el camino del relato y de la novela y ha alcanzado una notable obra narrativa. Su novela anterior, Los niños de la lata de tomate, publicada por Alfaguara, ha merecido el respaldo de la crítica y su difusión ha alcanzado algunos miles de ejemplares. Espero que esta nueva novela publicada por Ediciones Aguere en unión de Ediciones Idea y al cuidado del incansable Ánghel Morales tenga el mismo éxito. Si hubieras estado aquí, es una excelente novela por lo que felicito muy sinceramente a la editorial y, por supuesto, a Cecilia Domínguez Luis, e invito a que la lean.