Literatura

EVA

Hoy me siento con ganas de contarles un cuento, o mejor, escribirles. Este cuento pertenece a un libro titulado «Un olor agrio de café maduro», que aún está inédito y no sé por cuánto tiempo; pero ahí está y, ya que tengo esta página, aprovecharé para ir poniendo un relato de vez en cuando, a ver qué les parece. ¡Feliz domingo!

EVA

Aquella serpiente se enroscaba voluptuosa sobre mi cuerpo. Misteriosamente, su contacto era cálido y el abrazo suave, incitador de nuevas caricias. Yo la dejaba hacer; tenía la virtud de hacerme recordar otros abrazos, aquellos que me hicieron estremecer sobre el lecho de hojas secas, la arena húmeda, el mármol de la escalinata del viejo templo, o el lecho que aún se conserva en la casa abandonada.

De vez en cuando escuchaba un silbido jadeante y cerraba los ojos. No sentía miedo pero sabía que aquel sonido era una especie de reproche por alguien lejano.

Es el precio que tiene que pagar por poseerme y lo sabe. No podrá decir que hubo engaño cuando regrese a su lugar. Porque sabemos que tendrá que regresar y que seré yo quien asuma el tiempo que se necesita para el olvido.

Todos se habían marchado ya hacia el este, sin comprender mi obstinación de permanecer a las puertas del Jardín. En el fondo, siento lástima por ellos; siempre en busca de algo que nunca será suyo.

Yo soy la única que he comprendido que este es mi lugar y que algún día, lo que ellos llaman «mi testarudez», hará que se abran de nuevo las puertas.

Siento su abrazo en mi cintura. Ahora pasa su cabeza entre mis pechos, sube hasta el lóbulo de mi oreja y lo lame. Regresa a mi cuello y muerde. Siento que algo se desborda.

Antes de marcharse en silencio, escribe, mojando su lengua en mi sangre, el nombre de todos mis amantes.

 

FIN