Opinión

¿Cultura, qué cultura?

¿CULTURA, QUÉ CULTURA?

Mi amigo, el escritor Nicolás Melini, me remite la programación cultural del Gobierno de Canarias, llamada de “Cultura y Ocio” en la que hay poco de Cultura y mucho de Ocio. Tímidamente, la LITERATURA se limita a unos cuentacuentos (todo mi respeto y cariño hacia ellos) Pero ¿de qué te extrañas, amigo? La LITERATURA, así, con mayúsculas, aparte de que no vende ni da votos, puede constituir un peligro, sobre todo en esta democracia cada vez más depauperada.

Volvemos a “pan y circo” (bueno, lo del pan está todavía por ver, dados los recortes y tantas promesas incumplidas- todas-). Es mejor aturdir al pueblo, que olvide, cada programación cultural, que se nos está dando gato por liebre, y a veces ni eso.

Da la impresión de que el escritor- y no sólo en Canarias, por desgracia- es una especie a extinguir, a no ser que se dedique a hacer series crepusculares de vampiros o milenios de sangre y mala uva que luego, como no podía ser de otra manera, pasaran a deleitar a nuestros jóvenes en pantallas varias, porque lo del libro es una pesadez, sobre todo cuando te hace pensar.

¿Un encuentro con escritores? ¿Un recital de poesía? ¿Pero hasta dónde vamos a llegar? Nada, nada, que de eso a organizarse una manifestación pidiendo mejor y más Educación y Cultura, no hay más que un paso, como “de tu casa a la mía” que dice la canción.

Y todos calladitos, que así estamos más guapos y no nos negarán el pan ni la sal (o a saber…). Sí, esto es lo que hay y si no lo remediamos con el libro va a ocurrir lo que ya conté una vez en un artículo, ¿Libros, de qué?, publicado en La Opinión, pero que aún, por desgracia sigue vigente y no me resisto a copiarlo aquí, cambiando algunas cosas, por eso de la intertextualidad.

Un día cualquiera. Calle o Centro comercial. Un señor o señora entra en una librería. El personaje en cuestión mira para todos lados, no sabemos si buscando algo en particular o asombrado de ver tanto libro junto. Detiene su vista en alguien que, según su opinión, tiene toda la pinta de ser un librero y se dirige a él tímidamente.

“Buenas…perdón…ejem…venía a buscar un libro para regalo” “¿Para una persona mayor, un joven…? “ “…Bueno, en realidad es para dos personas…Es para mi compadre y su hijo, que tiene 15 años, que han venido a visitarme desde otra isla y antes de marcharse, ya sabe… “ El librero, al que no le interesa toda aquella historia, se arma de paciencia: “Bien, tenemos unas novelas que…” “ ¿Qué dice de novelas?…” “¿Poesía, tal vez…? Interroga el librero algo “mosca”. “Pero bueno,¿ está de broma ? Nada de leer: Algo de dibujos o fotos…Es que verá, el chico se pasa el día entre el ordenador, la Play Station esa y la TV y termina con los ojos enrojecidos. No querrá que encima se ponga a leer. Además, no le gusta.” “Bueno, pues para su padre…” “No, tampoco. Mi compadre no es de esos que leen.” “Entonces- dijo el librero al borde ya de un ataque de nervios- ¿por qué quiere un libro?” . Es que, mire, la verdad: un libro es más cómodo para llevar en la maleta, sirve para adornar la estantería del salón y, además uno siempre queda bien regalando un libro, sobre todo si es caro ¿me entiende? Claro que no se pase en eso del precio. Ya sabe, lo de la crisis…” “¡Ah, entonces lo que usted necesita es un libro de fotografías!” ¡Eso, eso- dijo el cliente entusiasmado- y ¿no tendría alguno de motos?” No, de motos no, pero tengo unos libros preciosos de fotografías de la isla. Mire aquí tiene este de “El Chicharro ¡qué pitanza! 5 ”, el de “Cumbres chicharreras” o esta “Sobre el mismo mar”, y esta última ,recién salidita de la imprenta: “Salvajadas urbanísticas de Canarias”…” ¿Y no hay qué leer? “ “Bueno, algunas imágenes tienen pie de foto; pero solo 4 ó 5 palabritas de nada y, si no las lee, tampoco tiene importancia…”

Mientras le empaqueta el libro- el mayor de todos y con tapas duras- un nuevo cliente se acerca.

“Por favor: ¿libros de literatura canaria?”

El librero lo mira como si de un extraterrestre se tratara. Reacciona y, con un tono un tanto displicente le dice: “Ah sí, allá, en la estantería del fondo. A la derecha. Todos aquellos que está de canto….Claro que – sigue con un tono entre temeroso, complaciente y conciliador al ver la cara de estupor e indignación que va poniendo el cliente- si me dice el libro que quiere, lo puedo buscar en el ordenador y así vamos a tiro hecho…”

Visto lo visto, me pregunto para qué pagamos a políticos culturales que hacen unas programaciones de este tipo. Mejor sería que ese dinero se destinara, por ejemplo, a paliar las necesidades sociales, por no decir el hambre.