Opinión

FREE Y EL FANTASMA

La princesa Free que ya no era tal pues había renunciado a su título y prebendas y se había hecho republicana, vivía feliz leyendo, escuchando la cadena SER y escribiendo en su blog en contra de todo lo que le parecía injusto y a favor de consignas como “nosotras parimos, nosotras decidimos”, o “mucha policía, poca diversión”, “con la iglesia hemos topado, amigo Sancho” (estas dos últimas no eran precisamente una consigna pero le hacían gracia), “esto nos pasa por un gobierno facha” (que rima en asonante pero queda bien en las manifestaciones) y los etcéteras que quieran añadir y que tengan que ver con la defensa los derechos humanos, la ecología y todas esas utopías que nos permiten sobrevivir.

Hasta que un día, mejor, una noche, alguien o algo deslizó un sobre por debajo de la puerta de su piso con vistas al mar.  Free abrió el sobre y se encontró con un artículo de periódico en el que habían subrayado algunas palabras como roja, sectaria, dogmática, retrógrada. Realmente el artículo en sí era de lo más anodino pero las palabritas parecían un intento ¿de qué?

Piensen, piensen, queridos niños y niñas.

Por supuesto que el sobre no tenía remite y nadie se hacía responsable de tan valiente hazaña, así que, consultando con la almohada, Free llegó a la conclusión de que debía ser algún fantasma de sus reales antepasados que no le perdonaba que escribiera, que tuviera un blog, que fuera republicana, que dijera lo que pensaba y que, encima, fuera feliz.

Su madre le dijo que nada de eso, que sus antepasados eran gente de bien y jamás se les ocurriría semejante dislate. “Seguramente será un fantasma de esos con pretensiones. No veas, hija, la cantidad que hay.”

La cosa no paró ahí y el fantasma en cuestión seguía en su empeño en que Free cambiara la Internacional y el puño cerrado, por el Cara al sol y el saludo a lo “Ave César”, y, como veía lo inútil de su empeño seguía incordiando. Eso sí, había que reconocer que era un fantasma viajero, pues en sus sobres dejaba constancia de los lugares pintorescos del norte que visitaba. Claro que todos estaban cerquita unos de otros porque ya se sabe que, con tanta cadena y tanta bola, un fantasma no tiene mucho recorrido, y el poco que sea tiene que ser cansadísimo.

Free, piensa que te piensa, aunque sabía perfectamente que “el que piensa pierde”, llegó a la conclusión de que el fantasma tenía mucho tiempo libre, que a lo peor, carecía de identidad o había perdido la memoria, entre otras cosas- ya se sabe que eso de ser fantasma es muy complicado- y por eso no firmaba sus misivas y que, quien quiera que fuese, se había quedado en la Formación del Espíritu Nacional y no tenía ni idea de qué era eso de la libertad de expresión, los derechos humanos, la tolerancia y demás rarezas tan propias de los que son , para esta pobre alma en pena, unos rojos impresentables.

Y lo que Free se pregunta con preocupación es: ¿Será este fantasma feliz?

Pobre.