A la princesita Free le contaban historias de antepasadas suyas que consiguieron la felicidad gracias a sus encantos personales, a saber: ser blancas de piel y mente, tener cabellos sedosos (el color era lo de menos, aunque se preferían rubias), manos delicadas al igual que sus pensamientos; ser laboriosas, sumisas, calladas. Admiradoras de príncipes azules cuyo valor se daba por supuesto y a los que, valga la aclaración, no se les conocía oficio ni beneficio, esperaban, casi siempre dormidas, a que estos aparecieran, como siempre en el último momento, para que las desencantaran- en el sentido cuentístico, claro- con un beso peliculero y se las llevaran a su castillo en briosos corceles. Luego se casarían para comer perdices y ser felices.
A Free estas historias le sonaban a cuentos chinos y, curiosa como era- herencia de su madre, según el rey-, se le ocurrió preguntar cosas como: en qué trabajaba el príncipe, qué había estudiado la princesa y por qué no protestaba cuando la mandaban a trabajar a la cocina o al campo sin cobrar un duro; si realmente las princesas consentían en casarse con aquellos inútiles o qué pasaba después de lo de las perdices.
“¡Ay, que esta hija ha salido feminista!” Exclamó el rey sorprendido e indignado. “Pero ¿Tú sabes lo que es eso?” Preguntó la reina desconcertada. “¡Eso- vociferó el rey- eso son las ideas que le están metiendo en la cabeza los enemigos de la tradición y las buenas costumbres. Ya te advertí que la niña no debía salir del castillo a estudiar con la plebe, que aquí estabas tú para enseñarle a cocinar, limpiar y bordar, es decir, todo lo que una joven decente debe saber. Pero tú, que si había que modernizarse, que si mejoraría mi imagen entre los súbditos…! ¡Pues mira el resultado! Pero yo lo arreglo enseguida”
Dicho lo cual ordenó que su hija fuese encerrada en una mazmorra y que no saliese hasta que no se hubiera aprendido de memoria libros tan ejemplares como las obras completas de Ripalda, “Flora, la solterona”, “Cásate y sé sumisa” y otras linduras por el estilo.
“¡ Libertad, igualdad, abajo el machismo!” –gritaba Free mientras le cerraban la puerta.
“¿Qué dice del marxismo?”. No, hombre, dice algo del machismo, un nuevo movimiento juvenil, creo”. “¡Y encima con movimientos juveniles! A saber qué tramarán. En fin, a ver si aprende.”
Aquella noche, la reina, a la que tantos años de aguantar carretas y carretones la tenían hasta la corona (nunca mejor empleada la frasesita), y también, todo hay que decirlo, llena de curiosidad, fue a visitar a su hija, aprovechando el sueño ceporril de su augusto marido. “Hija,¿qué es eso de la igualdad, el machismo y todo lo demás…?
Pasaron las horas mientras la reina se ponía al día y…Poco antes del amanecer, un todo terreno embistió contra la puerta del castillo, cruzó el puente levadizo y, a una velocidad superior a la permitida, se perdió en el horizonte. A todo volumen, la banda sonora de “Thelma y Louise”.