Literatura

50 SOMBRAS DEL REY (Final)

 

LAS SOMBRAS DEL REY SON ALARGADAS (final)

El coche llegó a las seis en punto. Pascual le abrió la puerta.

-¿No ha venido Ri…,digo, el señor Rey?

-No, señorita. El señor me dijo que le transmitiera su deseo de esperarla en la casa. Además, le diré que le tiene preparada una sorpresa.

Nuevo temblor de piernas, cosquilleo en el estómago y rubor inmediato de felicidad.

Las 50 sombras del Rey, alineadas a lo largo del paseo del jardín, se alargaban con el sol del crepúsculo, mientras Tatiana, hecha un flan, entraba en la mansión de Richard.

 

Han pasado los años sin noticias de uno ni de otra. La gente rumorea, las revistas del corazón se preguntan dónde estarán el guapo magnate y su bella esposa.

Unos hablan de un viaje de esos que solo los ricos y famosos se pueden permitir; otros de que han trasladado su residencia a un lugar tranquilo y desconocido porque ella está embarazada y necesita reposo. Que Richard, convertido en esposo amantísimo, maneja sus negocios a través de internet.

Otros, en cambio, al rubendarioniano modo se preguntan: «La princesa está triste ¿qué tendrá la princesa?…está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de mármol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas…» Y si cambiamos los guardas por sombras y los tules por cuerdas, diríamos que casi, casi aciertan. O no. ¡Oh, cuánto misterio de pacotilla!

Su madre y Catalina, en vista de que la muchacha no daba señales de vida, decidieron consultar, por fin, la Wikipedia. No fueron a la policía de milagro- o porque ya se las veían venir- .Además como si la diosa que llevaba dentro le advirtiera, Tatiana llamó a su madre y a su amiga para decirles que estaba encantada con su nueva vida, que Richard era un hombre superguay del Paraguay, país del que estaban cerca en ese momento de lunas y mieles, y ellas llegaron a la conclusión típica de “Bueno, si ella es feliz…” que no se cree nadie pero tranquiliza.

Pero, aunque no se lo crean, tal parece que sí, que es feliz, alucinados lectores. Y es que, ya se sabe, no hay nada como una buena chica, una Cenicienta sumisa y masoca, para que todo acabe bien y Tatiana y su Rey sean felices, tengan retoños guapísimos y coman perdices, con sus correspondientes clavos (de olor, claro).

 

Ah, por cierto, me contaron por ahí “las lenguas de doble filo” que, en un lugar muy lejano de cuyo nombre no puedo acordarme, vieron cómo un Ferrari, último modelo, se detenía frente a una floristería.

 

FIN

NOTA DE LA AUTORA :

El paquete (con perdón) de objetos eróticos que se entregaban con el último libro, por razones económicas que todos conocen, se lo comprará el que quiera en cualquier sex shop. Igual como estamos en fechas especiales, les hacen alguna rebaja.