Literatura

50 SOMBRAS DEL REY (3º y último libro)

LAS SOMBRAS DEL REY SON ALARGADAS (1ª parte)

 

A partir de la mañana siguiente a la “consumación de su amor”, Tatiana empezó no solo a reconocerse bella, sino a considerarse, como bien le dijo a su amiga, como una diosa.

Así, a cada paso pensaba: «Esta diosa que llevo dentro me dice que voy a ser la preferida de Richard. ¡Oh, qué guapo y fuerte es! Seré su reina, su BDSM, seré su amante bandido, bandido, su todo. Seremos felices, comeremos perdices y tendremos guapísimos principitos y deslumbrantes princesitas. Me lo dice la diosa que llevo dentro.»

Entonces recordó que no había llamado a su madre para decirle, no que había conocido a alguien con quien resolver crucigramas o cantar y esperar hasta el matrimonio, sino a un hombre de esos que no pueden dejarse escapar. Tampoco iba a decirle que ya no era doncella y mucho menos lo del collarín y las nalgadas. La futura reina era un poco lela, pero no tanto.

Cogió su móvil.

-Hija, lo que me cuentas parece una novela de Corín Tellado.

-¿De quién?

-Nada, nada, cosas mías. Pero ten cuidado. No te fíes ni un pelo, que estos que van de estupendos son unos buitres y puedes acabar devorada.

-No es como tú piensas mamá. Cuando lo conozcas seguro que vas a cambiar de opinión.

Y le soltó una sarta de tonterías de telenovela, poco propias en una chica universitaria que se precie. ( A lo mejor ella tampoco se preciaba)

-Hija, estás desconocida. ¿Seguro que no te ha pasado nada más?

Las típicas mentiras que ninguna madre se cree, un beso y un adiós, hasta pronto. Porque esa diosa que Tatiana llevaba dentro le decía que Richard sería suyo para siempre, y ella le hacía caso a la diosa que llevaba dentro.

Un relajo que se repitió hasta que sonó el teléfono. Empezaba la tarde. ¡Era él! Y cualquier duda que se le hubiera o hubiese presentado después de hablar con su madre, se disipó en cuanto oyó aquella voz varonil.

«Además, qué sabrá mi madre, si ella se ha casado ya tres veces y todo ha sido un fracaso. Y es que ella siempre ha sido muy suya, muy de no dejarse dominar, de hacer lo que le da la gana… Bueno, a lo mejor es que no ha encontrado el hombre adecuado, como yo.»

Craso error. Para una vez que reflexiona, no da ni una.

Quedaron en que Richard la iría a buscar para llevarla a su casa. «No te preocupes en coger nada de ropa, yo ya me he encargado de eso. Ya verás. Por cierto, ¿te has leído los papeles que te puse en el bolso?»

Ni se había dado cuenta de lo de los papeles pero, como toda chica obediente, le prometió que se los leería antes de que fuera a recogerla.

Y la diosa que llevaba dentro se quedó patidifusa cuando se enteró de lo que en realidad significaba lo del BDSM.

«Bueno, seguro que es otra broma de las suyas.» Pensó esa diosa que llevaba dentro que, por lo visto, se estaba contagiando de la memez de la interfecta. Claro que la Tatiana de fuera, siempre sorprendente, reaccionó (un poco) y cogió el móvil.

-Ya te dije que lo pensaras y que no te voy a obligar a nada que tú no quieras…Además, ya sabes cuál es tu recompensa.

-¿?…

-Yo, tonta, quién iba a ser si no. Pero si no quieres…

En segundos, la diosa que llevaba dentro convenció a Tatiana de que una vida sin su rey sería insoportable y total, qué más daban unas cuantas cuerdas, una disciplinada obediencia y sumisión. Al fin y al cabo, ella había descubierto que le iba la marcha. Así que, sin dudarlo le dijo un sí quiero telefónico.

-Bien, querida. Ya sabes, te pasaré a recoger a las seis en punto. Y de esto nada a tu amiga.

(Continuará…)