Poesía

A PROPÓSITO DE LA LIEBRE Y LA TORTUGA O VICEVERSA

Todo no iba a ser final feliz, enseñanza incluida,
y a mí me dio por enmendar la plana
– más bien desenmendarla-
al cuento de la liebre y el quelonio.
Así que ideé un final menos edificante, lo confieso;
pero estaba cansada
de tanta fábula aleccionadora.
Así que:
una vez acabada la carrera,
he aquí que la liebre se encara a la tortuga:
Has ganado – le dice-y no te lo perdono.
Estoy segura
de que untaste con savia de alguna adormidera
la hierba que comí, plácidamente,
y que me hizo dormir como un ceporro.
¡Tramposa! Ya lo sabes. Te espera mi venganza.

En esto que aparece un reportero
-pluma y papel en ristre- y un fotógrafo al uso,
y la liebre compone sus orejas
– gachas hasta el momento-
Sonríe, sibilina,
y le da un gran abrazo
a aquel caparazón de tortuga perpleja.

Lo que pasó después
no lo sabe ni Esopo.

Ah, y si alguien se da por aludido,
yo aquí doy lo comido por servido.

¡Salud y República!