Opinión

La que nos espera

LA QUE NOS ESPERA

Permítanme que hoy no les hable de literatura, ni les cuente un cuento, ni siquiera que defienda una lengua que, como todo, también está en crisis.

Hoy quiero escribir como una ciudadana más, que sabe muy poco de economía-incluyendo la doméstica-, pero que sí tiene claro el mundo en que le gustaría vivir, a pesar de reconocer lo utópico de su deseo.

El día 14 de noviembre, me sumé a los miles de manifestantes que ocuparon las calles de Santa Cruz. Iba con mi hija  María y una amiga de ésta. Encontré a mucha gente conocida y comprobé que a todos nos unía el desencanto, la frustración, la impotencia y, por qué no decirlo, una ira contenida. Gritamos consignas, tocamos silbatos y escribimos carteles en los que reivindicábamos una vida más justa, una sanidad y una educación gratuitas y de calidad, un NO rotundo a los recortes.

Al regresar a casa, sentía un sabor agridulce. Tenemos un gobierno de mayoría absoluta, pensaba, y, tal y como están las cosas y la prepotencia de quienes la ejercen, me temo que ese futuro que nos espera no va a ser nada halagüeño.

No sé si tendremos o no escapatoria- espero que sí-, pero lo cierto es que, a golpe de decretos, nos van arrebatando todo lo conseguido en esta democracia que cada vez se parece más a una caricatura de sí misma. Y no me refiero sólo a lo económico. Está claro que estamos perdiendo no sólo el estado de bienestar (en toda la amplitud de la palabra), sino también, una clase media que había afianzado, con su esfuerzo un puesto en esta sociedad y, lo que me parece muy grave: estamos perdiendo libertades.

Estamos ante una depresión económica que está acabando, de forma vertiginosa, con esa idea de “sociedad del bienestar” de la que presumíamos hasta hace muy poco, creyendo, incluso que iba a durar para siempre, y nos está llevando a otra que se acerca peligrosamente a una sociedad tercermundista. De hecho, ya estamos comprobando cómo las diferencias de clase se acentúan y los ricos son cada vez más ricos y los pobres…Para qué seguir si todos lo sabemos.

Y todo esto, teniendo que soportar a unos políticos, economistas, medios de comunicación etc., que pretenden convencernos- pagados seguramente por aquellos mismos que contribuyeron a la ruina del país- de que vamos a “salir airosos” de esta crisis. Y nos mienten y nos seguirán mintiendo, mientras los ciudadanos de a pie somos cada vez más pobres, mientras se pierden miles de puestos de trabajo, sin que el trabajador tenga derecho a nada o casi nada, mientras la sanidad se va deshumanizando ( o tienes dinero, o mejor te mueres), la educación pública se va al traste y, de la cultura, mejor ni hablar.

Con todo esto no pretendo ser catastrofista, pero sí dar una llamada de atención a quienes tenemos que soportar día a día las mentiras de los que pretenden convencernos de que “España va bien”, tal como decía el rey del pádel, señor Aznar.

No, señores, España no va ni mucho menos bien, por mucho que nos bombardeen con mentiras o verdades a media (lo que es aún peor). Y lo peor de todo es que muchos se las creen.