LA MENTIRA PERVERSA
Aunque les parezca extraño, blasfemo tal vez, pienso que la primera mentira no fue la de la bíblica serpiente, sino la del también bíblico Dios.
Está claro que ni Eva ni Adán murieron por comer la manzana. Eso sí, como bien les anunció el astuto ofidio, conocieron la existencia del Bien y del Mal.
¿Por qué esa mentira? Quiero pensar que la intención era buena- no se le suponía perversidad alguna a esta divinidad- : “Vive ignorante y vivirás feliz”, pero claro, esto tiene diversas lecturas en las que por ahora no voy a entrar.
Lo cierto es que, a partir de ahí, las mentiras proliferaron.
No cabe duda de que muchas de ellas han dado lugar a obras de arte literarias, plásticas e incluso musicales-para algo tenía que servir nuestro lado oscuro-, pero ya sabemos que el deseo del hombre de ponerlo todo a su favor lo ha llevado a una utilización perversa de la mentira, causando los consiguientes desastres.
No hay más que ver (o mejor oler) las hogueras de la llamada “Santa Inquisición”, que acabaron con más de una persona inocente (la mayoría), al ser acusados falsamente por otra- generalmente conocida y vecina- bien porque envidiaba su superioridad intelectual, o esa vivienda que era mejor que la suya, o cualquier otro tipo de provecho que se les ocurra.
Algo que, desgraciadamente, nos remite a una guerra y una dictadura de 40 años.
Y llegamos a nuestros democráticos días- por decir algo-, en los que no se duda en demonizar al contrario, a ese que, de repente y sin haber sido llamado, salta a la palestra y pretende enmendarles la plana a los que tanto se han desvivido (ya saben eso de que “el fin justifica los medios”) por llegar a donde están.
Así lo acusan de filias extrañas con dictaduras, grupos terroristas y demás calaña o escarban y escarban en su vida privada y, si no encuentran basura se la inventan ¿qué más da? Todo con tal de estigmatizar al rival, de debilitar su credibilidad, de hacernos pensar en el carácter engañoso y manipulador de sus propuestas.
Y lo peor de todo es que, en ocasiones, consiguen su propósito de, al menos, sembrar la duda.
Y de esta manera, como dijo Pedro García Cabrera en su poema Con la mano en la sangre:
“Nos venderán de nuevo
aunque prosigan con su rebelión armada los rosales
y la mentira con sus tres dimensiones y un pico con ojeras,
y el treno delos trenes en el trino de una estación al este de los mares”
“…sin saber que a ti, a mí y al sueño polar de golondrinas
nos sobra espacio para vivir aun dentro de un beso de paloma.”